jueves, 15 de octubre de 2009

El suicido de las ballenas.

Cada tanto aparece la noticia de un grupo de ballenas que ha encallado en alguna playa y se muestran las imágenes de algunos voluntarios intentando sus mejores esfuerzos para que esos grandes mamíferos tengan un feliz retorno a las lejanas profundidades. Mientras algunas explicaciones hablan de la interferencia que causarían los cambios en los rumbos de las distintas corrientes marinas en la recepción de las ondas sonoras y de la consecuente desorientación de los pobres animales que terminan encallando en la trampa de la arena, otros estudiosos arriesgan balbuceantes la hipótesis del suicidio colectivo ¿Verdad o mito explicativo? Imagino que debe ser un gran tema de discusión para los biólogos marinos desconcertados frente a semejante acontecer de la naturaleza. También lo es para nosotros. No las supuestas inclinaciones suicidadas de las ballenas (aunque, ¿por qué no preocuparnos, aunque sea marginalmente, también por eso?), pero sí la idea del suicido colectivo, en nuestro caso de un suicido político que toma, por su cuenta y cargo, la decisión de quitarse la vida (o al menos de lastimarse si alguien no la socorre con urgencia).

Después de todo, hoy nos sentimos casi biólogos marinos: a veces cuesta aguzar nuestras neuronas para interceptar alguna hipótesis que nos permita hallar algún dato para entender qué está pasando en las borrosas profundidades de la Argentina. La oposición (la antiperonista y la anti K) se encuentra encallada en la arena de una cierta, profunda e inédita crisis de orientación ¿Suicidio colectivo o imposibilidad de sentir el cambio de las “corrientes”?; ¿decisión o ceguera azarosa? Se habla de inoperancia, de irracionalidad, de locura. Habría que discutir con ésta mirada sobre las cosas, ya que existe una racionalidad, hay un proyecto que, por supuesto es otro, uno que ya conocemos.

Las cosas semejan ser lo que realmente son. Así como un mal actor que interpreta un personaje y que no puede nunca olvidarse (ni él ni sus espectadores que saben y lo ocultan) de un sí mismo en el otro, ya no es tan nítidamente posible contener lo evidente ¿Se habrá resuelto el mito de la transparencia en la comunicación y en las relaciones sociales? Pero no. No existe tal transparencia. La opacidad persiste y es hoy más que nunca, el arsenal fundamental que nos nutre en sus ansias de inmiscuirse en el hacer de la política. Así como en el caso de las ballenas, sospechamos, también, del suicidio de la oposición política argentina.

1 comentario:

John Sunday dijo...

Escribís realmente muy bien. Lo advertí con el flor de comentario que te mandaste en mi blog, y lo reafirmé después de leer esta entrada.

Te felicito.

Salud!